jueves, 29 de septiembre de 2016

El escudo de Dios: Prefacio



El escudo de Dios
por Daniel Pérez Dorta

Prefacio

La noche transcurría calmada y cálida en ese verano, quizás demasiado cálida y engañosamente calmada para los débiles sentidos humanos.

Por el lejano horizonte, hacía bastante que había salido una redondeada luna llena, primero escarlata como hecha de sangre, y después cada vez más blanca a medida que se elevaba por la bóveda estrellada como lo haría un Fénix envuelto en llamas, por lo que en ese momento podía verse como sobresalía por entre unas ralas nubecillas, cual un plato de leche, iluminando el suelo con su suave luz celestial mientras que en la mundana superficie, en el ensanchamiento de una carretera que había en la cima a manera de meseta de una poco empinada colina cubierta de bosques y maleza, desde donde podían verse las luces de la ciudad cercana, permanecía un solitario coche estacionado.

El coche era un Mustang naranja descapotable que estaba a oscuras, pero a la luz de la luna podía verse como una pareja de jóvenes se hacían caricias recostados en el capó, ocultos de los ojos indiscretos por la penumbra que los rodeaba, sin siquiera imaginarse que desde las negras alturas unos grandes y luminosos ojos rojos hacía rato que la observaba, viendo sus cuerpos fulgurando con una tenue luz, rosada una y violácea el otro.

La muchacha era de baja estatura y complexión ligeramente robusta, su corto cabello de color zanahoria, peinado como lo usan los jovencitos, semejaba una pradera durante la caída de la tarde, cuando los rayos oblicuos del sol poniente tiñen la hierba reseca con su encendida pintura encarnada, y combinaba con su minivestido rojo, contrastando bastante con sus ojos verdes y con la suave piel que cubría su cuerpo, podría decirse que bastante pálida.

Por su parte, su compañero era de estatura elevada y cuerpo musculoso de piel oscura. Estaba cubierto con ropas de cuero sintético negro y la chaqueta que usaba reflejaba la luz que incidía sobre ella como si fuera metálica, puede que por los múltiples broches de ese brillante material que la cubrían, que se podían ver centelleando como si fueran de plata con cada movimiento que el chico hacía sobando los generosos muslos que su compañera le ofrecía sin recato, a la vez que los pintados labios besaban los suyos y los torneados brazos lo envolvían, como si no pudieran soportar la simple idea de que se le escapara.

La criatura de ojos rojos pasó unos minutos más volando en círculos por encima de la pareja sin que dejara de observarla, pero después comenzó a descender lentamente de las alturas. La luz de la luna no parecía reflejarse en su piel grisácea, que estaba recubierta de pelos, y el zumbido de las grandes alas, membranosas como las de un murciélago, que nacían en sus poderosas espaldas, quedaba casi opacado por el constante susurro de los insectos. Por eso era prácticamente invisible a los sentidos y pronto se posó suavemente sobre la carretera, como si no pesara, no lejos de donde la pareja estaba en lo suyo, luego de lo que recogió sus membranas y, sin que los jóvenes notaran nada, se movió hacia ellos. De la parte inferior de su espalda partía una cola que se meneó de un lado a otro, como la de un gato acechando una presa, con la diferencia de que esta estaba provista de filosa saeta ósea.

La deseosa jovencita dejó que su compañero la depositara en el capó del coche y se abrió de piernas cuando éste le indicó con sus manos que lo hiciera, mostrando más sus muslos, que quedaban a la vista del todo con el corto minivestido que se le levantaba. Las bragas negras que llevaba puestas se mostraron durante un momento, hasta que quedaron cubiertas por el corpulento muchacho de negras vestiduras, que se coló entre ellos sin que sus sedientos labios se separaran un instante de los de su pareja. Y por eso seguro no notó como la luz de la luna iba desapareciendo a medida que la sombra de la enorme bestia se movía a sus espaldas.

La pelirroja gimió encantada con lo que le hacían y envolvió con más fuerza el cuello de su chico, y la pelvis con sus piernas. El cuerpo menudo no tardó en restregarse contra la cálida pareja. Pero sus ojos, que se habían mantenido entrecerrados, se pusieron redondos cuando se posaron en la criatura que se detuvo delante de ella, y su cabeza se movió a los lados negando la presencia, como si con sólo eso se pudiera lograr que desapareciera.

–Espera un poco, sólo un poco –murmuró cerrando sus ojos como para no ver lo que sucedía.

Pero por lo visto el monstruo nocturno no estaba dispuesto a complacerla, y cogió a su muchacho con una de sus manos, provistas de garras como sus patas. El cuerpo del chico debía ser pesado si se consideraba su corpulencia, no obstante, para la bestia era como una brizna de heno y lo levantó en compañía de la muchacha. Por lo visto la pelirroja no estaba dispuesta a soltarlo así perdiera la vida y sólo lo hizo cuando el desgraciado lanzó un grito desesperado y se mostró en su verdadera forma, momento en que cayó sobre el capó del Mustang y miró con horror lo que pasaba.

–¡No…! –gritó la chica a su vez, jadeante, desde encima del capó donde había caído, y los ojos rojos que habían estado mirando su presa, un demonio menor que con sus músculos había destrozado su propia ropa sin poder librarse de la mano que lo sujetaba a pesar de sus intentos y de la amenaza de sus filosos colmillos, se posaron sobre ella, permitiéndole ver como en sus pupilas estaba delineada una estrella amarilla de seis puntas–. ¿Por qué siempre me haces lo mismo, Morlian? ¿Es que no podías esperar un ratito? –preguntó visiblemente molesta la muchacha, y se cruzó de brazos en señal de protesta.

Delante de ella permanecía la poderosa bestia, cuyo cuerpo insistía en confundirse con la oscuridad de la noche como si su peluda piel absorbiera la tenue luz que lo iluminaba, con sus grandes alas membranosas recogidas a sus espaldas. En su rostro, digno de una gárgola con puntiagudas orejas, pero provisto con unos retorcidos cuernos que partían de su frente, refulgieron sus ojos mirando a la muchacha de un modo que hicieron que ésta se recogiera dominada por el miedo y se recostara en el parabrisas.

Sin embargo, no sucedió nada y la amenazante luz de los ojos volvió lentamente a hacerse más débil a la vez que la criatura resoplaba ruidosamente y volvía a mirar a su presa.

–¿No ves que iba a morderte, Emerald? Y sabes que muero de hambre, en este plano repleto de humanos no hay muchos de estos que pueda comerme. Los guardianes hacen demasiado bien su trabajo –musitó lentamente el monstruo con una voz profunda como una caverna y miró con deseos no contenidos lo que su poderosa mano cogía.

El demonio menor no se conformaba con su suerte y continuaba retorciéndose, lanzando chillidos, como si no hubiera perdido a pesar de los inconmovibles hechos que demostraban lo contrario, su vana esperanza de desprenderse de su captor y salir indemne de su desafortunado encuentro.

“¿Es que el amo no se da cuenta de que su justificación es estúpida?”, pensó Emerald y sus ojos se fueron redondeando como si estuviera llena de asombro.

No obstante, lo disimuló lo mejor que pudo, porque era cierto que el Devorador tenía hambre y sabía que el dulce olor de su propia sangre podría hacer que cometiera una locura. Y no lo podía culpar pues para eso Dios lo había creado, Morlian no era dueño de su destino.

–¿Y eso qué, amo? Una pequeña mordidita no puede hacerme daño, recuerda que soy una diablesa... En cambio, si sigo de esta manera voy a morirme de insatisfacción. Para nosotras, las súcubos, es necesario por lo menos un poco de “eso” con frecuencia, porque para eso nos crearon –musitó la pelirroja y se mostró cual era, bastante parecida a una humana pero con una larga y delgada cola de punta felpuda, que se le salió por debajo de su minifalda, y unos pequeños cuernos escarlatas que partían de la parte delantera de su pequeña cabeza de hermosos rasgos.

El monstruo miró nuevamente a la diablesa, esta vez con el rostro entristecido, pero despertó de su ensimismamiento y oteó el cielo nocturno logrando que ésta se pusiera en cuatro patas sobre el capó y se quedara mirándolo interesada, con el rostro preocupado y retorciendo su empinada colita como si fuera una gata.

–¿No me diga que están cerca, amo? ¿Es que seguirán con la búsqueda incluso entre los humanos?

–Están cerca, Emerald… Debemos irnos o deberé deshacerme de ellos –dijo Morlian posando sus ojos sobre ella y su mano izquierda se movió de un modo que la cabeza del demonio que con ella sujetaba, que continuaba chillando sin que nadie le hiciera caso, se desprendió de su cuerpo como un corcho de una botella, para caer en la carretera.

Por el cuello del demonio no demoró en salir un surtidor de pestilente sangre que Morlian bebió como si se tratara de un manjar exquisito. En cambio la diablesa hizo una mueca con su rostro y pareció estar a punto de devolver lo que había comido, no se sabe si por lo que su amo hacía o por lo que había dicho.

–Bueno, eso no sería mala idea –murmuró Emerald y se volvió levemente hacia la floresta, con su cuerpo sacudido por un estremecimiento repentino.

Por su mente volvió a pasar la idea de que, en aquella ocasión, la victima podría haber sido ella. Nunca se sabía con esa bestia que no dejaba de estar hambrienta. Pero el monstruo no demoró mucho hasta dejar seco el cuerpo y no se detuvo en devorarlo, sino que lo lanzó a la linde del bosque cercano. Por eso la diablesa hubo de poner su atención en lo que hacía su amo.

Morlian oteó una vez más su entorno después de su pequeño refrigerio, levantando la cabeza hacia la oscura bóveda llena de estrellas y relamiéndose con su doble lengua. No lo hizo por mucho, no obstante, y le extendió a Emerald su brazo izquierdo con las estrellas de seis puntas posadas en ella.

La diablesa titubeó por un instante, y después saltó como una pantera, trepando por el brazo, hasta que estuvo encima del hombro, muy cerca de una de las grandes alas.

Entonces se sujetó de la espesa y grisácea pelambre que se hacía más profusa en esa parte cercana a donde estaba situado el cuello, y esperó a que Morlian despegara.

–Esta vez vienen dos de esos lobeznos guardianes… –dijo Morlian con su voz cavernosa y dio unos pasos–. Es una lástima que no sean demonios –manifestó luego y extendió sus inmensas membranas para después separarse del suelo, dando un poderoso impulso a sus patas mientras que se propulsaba con las alas, un impulso tan fuerte que esta vez destrozó la carretera en donde hasta ese momento se apoyaba haciendo que el Mustang saltara en su sitio cual un juguete.

El monstruo nocturno se elevó en el cielo con sus silenciosas brazadas, sin demasiado esfuerzo, y desapareció en la negrura de donde había salido justo en el mismo momento en que, desde el bosque, saltaban a la carretera dos grises y enormes lobos, cada uno mayor que una vaca, que otearon su entorno como lo había hecho éste.

Los lobos dieron unos pasos cautelosos sin la protección de la espesura, mirándolo todo, hasta que sus ojos de un verde fosforescente se posaron en el coche que continuaba solitario, cerca del que estaba la cabeza del demonio con sus crispadas facciones, y los fragmentos del asfalto que habían saltado en pedazos.

–Parece que la criatura estuvo comiendo hace poco, no debe encontrarse lejos –dijo uno de los lobos volviendo su cabeza hacia su compañero y oteó ruidosamente los alrededores.

–No importa, Rufus. De igual modo debemos esperar a que llegue Zoter, nosotros no podremos detenerlo solos –dijo el otro lobo, viendo como su compañero se movía con su hocico en el suelo, y volvió a quedarse mirando hacia donde estaba, con una goma hundida en una grieta, estacionado el Mustang.

–Es cierto… Pero ya llevamos demasiado persiguiendo a la criatura y puede que ni siquiera Zoter pueda devolverla a los infiernos… ya viste los destrozos que nos causó cuando escapó usando la puerta, Bezel.

Rufus hablaba caminando hacia donde se había parado hacía un momento Morlian, y cuando llegó dio varias vueltas con su hocico pegado en la calle hasta que se topó con la cabeza e hizo una mueca, mostrando sus colmillos y levantando la suya de la carretera.

–Y por lo visto los demonios del príncipe también lo buscan, o será pura casualidad que siempre nos topemos con sus cadáveres… –musitó Rufus dubitativo y le dio un golpe a la cabeza cercenada con una de sus patas, haciendo que rodara hasta los pies del otro lobo–. Es posible que sea cierto que es peligroso para ellos, como dice la leyenda.

Bezel miró a Rufus con ira en sus ojos, como siempre que se ponían en duda los poderes de Zoter, pero logró controlarse y su voz sonó más calmada de lo que debería.

–No es nuestro problema, Rufus. Nosotros somos guardianes y no podemos dejar que esa bestia demoniaca esté suelta en el plano humano. Es nuestro enemigo como todos los demonios y debemos detenerla.

El cambio de humor de Bezel no pasó desapercibido a Rufus, pero no pronunció una palabra y miró a la luna sin imaginarse que desde lejos, oculta en el cielo nocturno, Emerald miraba lo que hacía a espaldas de Morlian, que volaba a su guarida.

La pequeña diablesa pelirroja se preguntaba a qué se debería esa obstinación de sus perseguidores, que parecían pequeñas e insignificantes hormiguitas debido a la creciente distancia que los separaba. En la oscura guarida los esperaba Zemphire y la niña con quien Morlian se había encaprichado, y Emerald frunció su ceño como cada vez que la recordaba.

“Hmmm, quizás si no fuera por esa… criatura, ya Morlian se hubiera librado de esos malditos guardianes, como lo hizo durante la noche en que pasamos por la puerta”, pensó viendo como los lobos daban vueltas una vez más cerca del Mustang, y se sonrió con sus ojos verdes refulgiendo en la penumbra.

Había pasado poco tiempo desde los sucesos que la habían llevado a donde estaba, y no sabía por qué le parecía que eso había sucedido hacía siglos.

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La obra pictórica de Ricardo Salgado



La obra pictórica de Ricardo Salgado

Pocos son los conjurados por sus tramas de líneas, siempre negras sobre sendos planos puros. Pocos han fijado a su memoria las sefirot, mandalas, esquemas arbóreos, hexágonos, octágonos, triángulos, círculos, cuadrados, que figuran a otros elementos, imaginarios o reconocibles, propios de nuestra representación del mundo…
Fidel Yordán Castro. La Habana, mayo de 2015.

El Árbol de la Vida viene como la poesía de las cosas, desde una suave brisa hasta la grotesca flor, es una representación gráfica de la mente divina. Quien sabe leer en él ve el mundo como el espejo de la voluntad.

El Árbol de la Vida
 Plumilla sobre cartulina 96 x 72 cm

Como en la Tabla de Esmeralda, se relaciona e iguala todo lo que está arriba con todo lo que está abajo. Autorretrato representa la anatomía de lo invisible.

Autorretrato
Plumilla sobre cartulina 54 x 64 cm

Ciclo es otra forma de decir que el batir de las alas de una mariposa estremece el otro lado del mundo.

Ciclo
Plumilla sobre cartulina 32.5 x 26 cm

A mi hijo, Inspirado en la obra de J. Krishnamurti.

A los pies del maestro
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viernes, 23 de septiembre de 2016

Galaxy I: Prefacio




Galaxy I
por Pedro Luis Carballosa Mass
Segunda Parte
La rebelión de los inmortales

Prefacio
 
El frío espacio se conmovió de pronto, como si se doblara sobre sí formando una espiral, rotando a manera de revuelto y luminoso remolino a la vez que distorsionaba todo lo que a su través se veía y refulgía en la impenetrable oscuridad con un halo de luz azulada.
Muy poco después, sin que nada la enunciara, se produjo la explosión, una explosión enormemente destructiva que se desencadenó en medio del vacío. Porque no había nada en ese sitio, nada excepto una nave de envidiable envergadura que surgió de la distorsión y se precipitó a gran velocidad a la posición en donde pronto se encontraría rotando el quinto y último planeta del sistema solar en el que había caído, que como casualmente se movía en una órbita elíptica que iba a interceptarla.
La nave estaba construida a semejanza de un huevo que se hallase comprimido, lo que hacía que se viera casi como un platillo, y sería evidente para quien la observara que no estaba en demasiado buenas condiciones, como si hubiera estado implicada en una reciente y horrible batalla de la que la explosión que se había producido podría ser parte. De la superficie de su casco grisáceo, que por otro lado estaba lo bastante bien blindado como para dar la apariencia de que era invulnerable, se escapaban de a poco los gases que la estructura contenía a manera de surtidores de vapor pareci–dos a llamaradas, efecto debido a las rojas y parpadeantes luces de posición que en ella había. Esa era precisamente la única cosa que permitía que se la viera en medio de la ne–grura del cosmos, que lo cubrió todo después de que la dis–torsión desapareciera y la luminosidad de la explosión, que como un flash había permitido ver los alrededores, se eclip–sara. Y se podía decir que esa luz en otro momento débil se mostraba efectiva, pues se la podía ver aún mejor de lo que se veía en el puente de mando instalado en las entrañas del vehículo, del que ni aun las paredes, en apariencia negras, se distinguían con facilidad debido a la penumbra.
El recinto rectangular no sólo estaba a oscuras, sino que era extraño ya que en su interior no podían verse ningúno de los puestos de mando ni los paneles de control que eran comunes a esos sitios. Era como si se encontraran ocultos en las paredes o en el piso, y solamente podía distinguirse, situada en su mismo centro, una plataforma cilíndrica donde en un momento comenzó a desplegarse un pedestal negro como lo demás que lo rodeaba, levantándose lentamente de la superficie como una columna con un suave zumbido que era ocultado por la baraunda proveniente de la sirena, hasta que se detuvo, cuando era sólo un tanto más alto que una persona promedio.
El pedestal estuvo por unos instantes inmóvil, pero luego empezó a dividirse su pulida superficie, dando la impresión de ser un sarcófago, y dejó salir de su interior una especie de máquina humanoide de extremidades delgadas y cons–truida de brillante material blancuzco, que por esto contras–taba con su entorno y resaltaba en la oscura sala como en–vuelta con un halo de luz divina.
La máquina dio unos pasos y levantó su cabeza, larga y delgada como la de un caballo, desplegándola de su pecho estrecho. Y cuando miró su entorno, haciendo un leve y casi imperceptible sonido con sus movimientos, en ella se pudo ver un par de ojos de cegador brillo escarlata, salientes y de contorno redondeado.
–Enikan, solicito reporte del estado del TFS Predator una vez concluido el crono salto de escape del enemigo –dijo la criatura metálica de rojos ojos brillantes con su voz robótica e inmediatamente la alarma se detuvo y casi delante de sus narices surgieron varias pantallas holográficas cubiertas con datos y cifras, que iluminaron levemente la sala con una luz de un azul fosforescente.
La criatura observó las pantallas caminando por el recinto y sólo se detuvo cuando una voz mucho más melodiosa que la suya, parecida a la de una joven humana, rompió con sus inflexiones el silencio que lo había cubierto.
–Ptolomeo… esta es Enikan reportando… –dijo la voz y se escucharon unas leves modulaciones, como si una persona estuviera llamando a la puerta presionando el botón de uno de esos timbres de varios tonos–. TFS Predator gravemente dañado por misiles protónicos del enemigo… ejecutando la obtención de datos para reporte detallado de daños –siguió diciendo después la melodiosa voz y hubo silencio por unos segundos hasta que se escucharon otras modulaciones y la voz volvió a oírse.
–Propulsores gravimétricos principales en sólo un 30% de su potencia de diseño, sistemas de escudos cuánticos de la nave inactivos por déficit grave de energía de fusión de los núcleos, sistemas de gravedad interna decayendo a un 60% de la normal, despresurización completa inminente debida a graves daños en el casco blindado, sistemas de mantención de vida del personal humano en estado crítico...
La lista era larga y la criatura de metal llamada Ptolomeo permaneció en espera mientras la computadora central de la nave de combate de la Tierra bautizada como TFS Predator reportaba su desastroso estado. Pero luego su voz robótica volvió a escucharse en el puente, extrañamente calmada si se tenía en cuenta la situación extrema en que estaban.
–Enikan… inicia localización de la Novena Flota en órbita de la luna Calipso. Envía códigos de emergencia a su centro de comando para salvamento inmediato de las unidades de combate Alpha –dijo Ptolomeo.
El Sistema Integrado de Comando del TFS Predator, más conocido como Ptolomeo, había ordenado hacer un salto a ese sistema para que su crucero de batalla clase Spartan se encontrara protegido por la presencia de la Novena Flota de la Federación Terrestre, incluso cuando era probable que se dificultaran las cosas pues los mandos de ésta no deberían de estar enterados de su existencia. No había remedio, casi todos, salvo ellos, habían perecido en la última batalla, y los datos de combate existentes en los cerebros de los híbridos eran vitales para la supervivencia de la Tierra. Ellos eran los únicos que habían descendido a Zetes y debido a eso tenía que evacuarlos pasara lo que pasara, sin decir nada de los especímenes capturados en una nave enemiga.
–TFS Predator entrando en sistema colonial Alfa Centauri A y localizando Novena Flota –enunció Enikan.
Mientras Enikan hablaba podía verse en una pantalla que se había desplegado en la pared delantera del puente, como si saliera de la nada, un grisáceo planeta gigante rotando en su órbita calmadamente. En un costado de la pantalla decía que ese planeta había sido colonizado por los humanos en el 2256, hacía más de mil años, y pasaban otros textos con datos de modo que parecían los créditos de una película.
Ptolomeo permaneció en silencio, con sus ojos escarlata en la enorme esfera grisácea que rotaba con calma a la vez que era circundada por su único satélite, digno de su propia envergadura. La luna estaba posada como mariposa en una invisible rama a cientos de miles de kilómetros del planeta y su superficie, iluminada por Alfa Centauri B, parecía dorada, claramente visible por las lentes de las cámaras del crucero, mas la potente mente cuántica del ISC[1] pensó en que nada parecía ir muy bien en Ross, que se veía demasiado desier–to a pesar de ser la capital colonial de Alfa Centauri A y de otros sistemas relativamente cercanos, y por eso estableció un vínculo directo con los sistemas de visión del Spartan y vio sin que lo vieran sus ojos los valles y montañas nevadas del gigante a través de las nubes que navegaban con calma, para luego desviar la vista y revisar los cráteres de Calipso sin ver nada de lo que se esperaba.
En la inmensa superficie no se podía percibir movimiento de ninguna clase, incluso ni de vehículos comerciales de los que debería estar saturada, por no mencionar a la inmensa Novena Flota, que de hacer caso a sus registros debería de encontrarse estacionada en ese sitio.
La desolación de la órbita de Ross sí logró intranquilizarlo y, sin decirle a Enikan lo que lo preocupaba, caminó hasta la parte delantera de una de las pantallas del puente y consultó las imágenes del radar del Predator, buscando la presencia de escombros en la zona. No podía aceptarlo mas en lo más profundo de su mente una idea iba emergiendo, indicándole que era posible que los Kraken hubieran logrado destruir del todo antes de su llegada no sólo a la Novena Flota sino a las ciudades y estaciones orbitales existentes en ese sistema, lo que significaría que estaban más cerca del planeta Tierra de lo que había pensado.
Pero una vez más no encontró nada, como si de pronto la presencia humana en Ross hubiera sido eliminada sin que le dieran la menor oportunidad de supervivencia, cosa en nada sorprendente tratándose de los Kraken porque estando lejos de su sistema de origen no podían desperdiciar los recursos y recogerían los escombros espaciales, no así los restos de las ciudades en la superficie que como por arte de magia se habían esfumado igualmente.
El ISC del TFS Predator estaba a punto de hacer notar a Enikan su reciente descubrimiento, luego de llegar a la con–clusión de que algo extraño estaba sucediendo, cuando la melodía de la voz de ésta se escuchó nuevamente.
–¡Alerta...! Detectado error grave en los cálculos del crono salto producto de la explosión protónica. Fechado esperado incorrecto, repito... –dijo la computadora sin mencionar nada de la Novena Flota.
–Enikan, reporta magnitud del error del crono salto –dijo Ptolomeo interrumpiendo el mensaje y mirando los números que había delante de su rostro.
Entonces dio unos pasos, se podría decir que cada vez más impaciente.
Las cifras de la pantalla que miraba se pusieron rojas una detrás de otra y comenzaron con un inquietante parpadeo a la vez que un profundo silencio envolvió de nuevo el puente, como un pesado manto negro, y se mantuvo esta vez varios segundos hasta que las conocidas modulaciones vinieron a romperlo.
–Ptolomeo… la magnitud real del error del crono salto no ha podido ser calculada. Pero la magnitud estimada es de mil quinientos años hacia el pasado –dijo Enikan.
Ptolomeo guardó silencio por un momento, como si no se hubiera percatado de la voz, revisando una vez más lo que contenían las pantallas. Era como si no creyera lo que decía la computadora central, lo que era una de sus obligaciones después de todo como reemplazo del personal humano del puente de mando.
No obstante, después su voz volvió a resonar contra las paredes de la sala, una vez más tan calmada como en un comienzo.
–Enikan, procede con un nuevo crono salto de corrección utilizando la energía disponible, establece destino en el 3520 de nuestra era, código de coordenadas 301, límite Beta. Eso nos situará justo delante de la Novena Flota –dijo Ptolomeo.
–Negativo, Ptolomeo… potencia insuficiente. Predator no está en condiciones para crono salto –reportó Enikan.
Ptolomeo volvió hacia Ross su inexpresivo rostro blanco y pensó que si no lograba sacar la nave de esa zona, sin la protección de la Novena Flota de la Federación Terrestre, la nave Kraken que la había dañado la encontraría sin remedio y después daría buena cuenta de ella. El Predator no era un crucero débil, pero no podría defenderse en el estado en el que se encontraba y, de todas maneras, nadie solo podría luchar contra una escuadra de Kraken, ni siquiera una nave gigante de los Ur podría hacerlo y no sabía a ciencia cierta cuántos lo perseguían.
Sin embargo, por más que su cerebro buscaba una salida de la situación desesperada en la que se encontraba, no la había y si bajaba a Ross igual no podría sacar a las valiosas unidades Alpha de su sueño y los Kraken las matarían.
–Ptolomeo… esperando instrucciones –dijo Enikan como si estuviera impaciente y Ptolomeo levantó su cabeza.
–Enikan… inicia procedimiento de desembarco en Ross y mantén la dotación clase Alpha en estado de hibernación o podría descontrolarse –dijo Ptolomeo después de una corta pausa para luego moverse hacia otra pantalla.
–¡Entendido, Ptolomeo! –dijo Enikan.
–Has lo mismo con los Kraken capturados en la nave del enemigo destruida e inicializa los sistemas de reparación de emergencia del TFS Predator de inmediato. Es necesaria la reparación urgente de los sistemas energéticos del crucero y de los sistemas de sostenimiento de vida. Debemos ejecutar crono salto de corrección cuanto antes –habló nuevamente el ISC con su voz calmada.
–Entendido, Ptolomeo… Predator iniciando las rutinas de desembarco en planeta Ross –confirmó Enikan y Ptolomeo pudo percibir como la nave de combate se impulsaba hacia la órbita del planeta, cambiando su curso levemente.
El ISC permaneció callado una vez más, observando con calma la pantalla grande en donde se mostraba la superficie de Ross. Estaba seguro de que los Kraken los seguirían aun en la superficie del planeta y no escaparían si no llegaba a las coordenadas de la Novena Flota, e incluso así no había garantías. Pero sabía que las reparaciones demorarían y era poco probable que lo lograra si permanecía en el cosmos y obligaba a Predator a mantener altos niveles de gasto de su valiosa energía.
La luminosidad de los ojos de Ptolomeo pareció hacerse más débil cuando pensó en que había estado tan cerca que era imperdonable que se perdieran sin poder hacer nada las últimas unidades Alpha y sus datos, después de una década de su partida desde la Tierra para contener la devastadora y cruel ofensiva Kraken. Habían estado en tantos combates y escaramuzas que era una proeza si se tenía en cuenta que la vida de un soldado humano no hubiera durado más que ocho minutos, y eso si tenía suerte, porque los híbridos no eran humanos del todo pero sí en parte, y por eso heredaron su debilidad característica.
El pitido de un indicador se disparó y Ptolomeo movió su cabeza hacia otra pantalla de las muchas que continuaban en la sala, esta vez una pequeña.
–Ptolomeo, detectada caída catastrófica de potencia. TFS Predator en curso de colisión –informó Enikan.
–Desvía la energía de la sala de contensión. –ordenó sin pensarlo Ptolomeo, levantando un brazo.
–Energía desviada… veinte minutos para la pérdida de las muestras –reportó Enikan.
La cabeza del ISC se volvió hacia la superficie oscura en que se soportaba. Estaba consciente de que los Kraken iban a perecer en los contenedores sin que Enikan lo mencionara y eso no le gustaba, los necesitaba tanto como a los Alpha para las investigaciones y esa era una de las misiones de la Flota Élite, por eso se habían internado peligrosamente en la zona de reproducción situada en Zetes. Pero no había otra solución, la prioridad era que los híbridos llegaran a la Tierra y, por otro lado, era probable que varios de los especímenes se mantuvieran con vida, pues eran criaturas resistentes en extremo y lo habían demostrado en incontables ocasiones.
–Es inevitable… –dijo Ptolomeo luego de una pausa y sus ojos se posaron en la esfera gris que cada vez se hacía más grande, sintiendo con sus sensores que la gravedad interna de la nave se debilitaba.
Pero no pudo concentrarse en sus pensamientos pues la voz de Enikan volvió a escucharse y una pantalla holográfica se desplegó casi delante de su larga cara de pulido blanco.
–¡Alerta! Detectando ventana de crono salto del enemigo, repito… –dijo la computadora central.
En la pantalla pudo verse que se desplegaba un portal de salto dimensional no lejos de la posición del Predator y de su luz cegadora salía una de las naves de combate Kraken, una verdadera nodriza, reintegrándose a sólo unos miles de kilómetros detrás del maltrecho crucero de la Tierra.
–¡Kraken! Nos han encontrado demasiado rápido –dijo el ISC como si estuviera entristecido, mirando la imagen, y se quedó observando cómo la nave los detectaba y comenzaba a seguirlos a la vez que mucho más lejos otra distorsión del campo se manifestaba.
–Enikan, inicia sistemas ofensivos MAG–10 y has disparos disuasivos a esa nave. Debemos demostrarles que somos más poderosos de lo que nos vemos para evitar una batalla con los Kraken. También necesitaremos encontrar un sitio en la superficie de Ross donde Predator pueda ocultarse y pasar desapercibido –ordenó Ptolomeo esperando que con la energía del Predator disponible se pudiera disparar a sus enemigos sin que las maniobras se vieran perjudicadas.
–¡Entendido, Ptolomeo! Estoy iniciando sistemas MAG–10 y preparando lanzamiento de una sonda de procesamiento geológico hacia la órbita con la orden de búsqueda de sitio de ocultamiento –reportó Enikan.
El sistema MAG–10 de un Spartan era lo suficientemente poderoso como para disuadir a una o dos naves de guerra y si había suerte podían hacer tiempo y lograr que las naves que habían llegado esperaran los refuerzos que sin lugar a dudas las seguían.
No obstante, la suerte no estaba de parte de Ptolomeo y la voz de Enikan no demoró en oírse de nuevo.
–Error grave de inicialización. Energía insuficiente para la operación de los cañones MBK–2500 y la operación de los propulsores gravimétricos. Peligro, TFS Predator vulnerable enfrente de nave de guerra hostil. Enemigo inicia maniobras de combate. –dijo Enikan y la sirena comenzó a sonar como cuando habían llegado a Alfa Centauri A.
Un humano se hubiera desanimado por encontrarse en la situación en que se veía Ptolomeo, desprotegido frente a un enemigo que lo superaba con su crucero inutilizado. Pero la central de comandos no podía desanimarse, era una criatura diseñada para esos casos y su frío cerebro cuántico siguió con la misma estrategia, lo único que en vez de dispararles con los cañones de rango largo utilizaría otra variante.
–Enikan, comienza lanzamiento inmediato de los MWCT–G20KM restantes, ordena la destrucción de la nave enemiga e inicia las maniobras de descenso. Debemos ocultarnos en Ross pase lo que pase. –ordenó Ptolomeo.
–¡Entendido, Ptolomeo! Los guardianes clase A, MWCT–G20KM Raider[2], están siendo preparados para la batalla.
En ese mismo instante unas criaturas mecánicas bípedas de considerable envergadura e impresionante porte, con los brazos de borde exterior redondeado para que se parecieran a un semicírculo, encendieron sus grandes ojos violáceos en uno de los inmensos depósitos del crucero clase Spartan de la Tierra. Estaban colgadas de unos soportes metálicos cual gruas corredizas pero éstos se pusieron pronto en marcha para irlas depositando en la superficie de la sala.
–Enikan, guardián de la clase A MWCT–G20KM Raider en línea y listo para el combate –decían las máquinas con una potente voz electrónica a medida que concluían las rutinas de comprobación de su IOSSAC[3], y se erguían orgullosas.
Las criaturas robóticas permanecieron unos segundos en silencio, observando lo que había delante de ellas envueltas en la penumbra del depósito. En medio de esa negrura que las rodeaba debido a la escasez de energía sus violáceos y luminosos ojos refulgían como estrellas. Pero la calma que reinaba en la inmensa sala cayó hecha pedazos por la voz electrónica de uno de los guardianes clase A, que la cubrió rebotando contra las paredes.
–Entendido, Enikan. Raider iniciando intercepción de nave enemiga marcada –informó después de recibir instrucciones por medio inalámbrico.
Entonces, como si lo hubieran ensayado para ese día, las últimas cuatro criaturas mecatrónicas que despertaron de su letargo dieron varios pesados pasos comenzando a moverse hacia una de las inmensas compuertas que había cerca de ellas.
Los poderosos robots esperaron a que se separaran poco a poco, deslizándose, las puertas blindadas que les estaban bloqueando su paso, para después continuar por su camino hasta detenerse de nuevo, esta vez sobre una plataforma de grandes dimensiones, y bordes naranjas y parpadeantes.
Las compuertas se cerraron de nuevo con un zumbido de motores detrás de los cuatro guardianes clase A y luego, en pocos segundos, delante de ellos comenzaron a deslizarse de una manera silenciosa las puertas de grueso blindaje que conducían hacia el cosmos.
Entonces, cuando las negras fauces del espacio vacío se mostraron delante de ellos, heladas y cubiertas de estrellitas lejanas y parpadeantes, se lanzaron en ellas uno detrás del otro, y se convirtieron en rápidas naves de guerra, como si de cazas a manera de platillo se tratara.
Las naves pequeñas dieron una vuelta de reconocimiento a su nave nodriza y de su parte delantera pronto emergieron los cortos pero potentes cañones blaster MBK–2100 con los que estaban equipados, y sus lanza misiles, que se pudieron ver en su panza cuando se comenzaron a dirigir a donde la primera gigantesca nave Kraken se había manifestado como un negro castillo metalico con largas columnas piramidales, rodeado de una luz blanca como neblina.
–Enemigo localizado, Enikan, iniciando la batalla –reportó la voz electrónica del MWCT–G20KM que comandaba a sus compañeros de escuadra y ésta se escuchó claramente en la sala del puente de mando del TFS Predator, en donde los ojos de Ptolomeo observaban en la pantalla como los robots volaban hacia su enemigo, con sus propulsores encendidos, sin que les importara para nada la evidente superioridad de su contrincante.
Ptolomeo estaba consciente de que los guardianes clase A no resistirían durante mucho tiempo a los Destroyers de la nave Kraken, como se les llamaba a los exoesqueletos con los que las feroces criaturas se cubrían, eran pocos para la desigual batalla. Pero no disponía de nada más y necesitaba entretenerlos hasta que su nave se ocultara, y esperaba que éstos le duraran lo suficiente para hacerlo.
–Descansen en paz, hermanos, su sacrificio no será vano si los Alpha se salvan –murmuró viendo con los sistemas de visión lejana como las ráfagas de rayos de un verde–azulado de los blaster se estrellaban contra los encendidos escudos de la nave enemiga, y a los Destroyers que iban saliendo en miríadas como siniestros puntos de luz para hacerle frente a la nueva amenaza, pues incluso si los Raider eran máquinas menos conscientes de su propia existencia, eran útiles y no los menospreciaba.
   
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[1] Sistema Integrado de Comando, por sus siglas en inglés.
[2] Arma Móvil de Tecnología Cuántica modelo G20KM, Invasor, por sus siglas en inglés.
[3] Sistema Operativo Inteligente de los Sistemas de Combate Autónomos por sus siglas en inglés.