jueves, 17 de noviembre de 2016

Lectura recomendada: "El largo adiós"



La sociedad norteamericana es una de las más avanzadas de la humanidad, y no sólo en cuanto a la garantía de las libertades individuales y a su defensa de la democracia. Las contribuciones  hechas por ese pueblo son realmente incontables también en las ciencias, en la técnica, en la medicina, y en muchas otras actividades, es posible que como resultado de la existencia de esas mismas libertades, y no debe haber nadie que pueda negarlo. Pero no todo es correcto en ella tampoco, pues en todas partes existe gente para la que la búsqueda de poder y el dinero son los motores de las relaciones humanas. Y precisamente es esa gente la que suele dedicarse a la política, y mancha con su presencia, por su comportamiento lleno de horrendos crímenes e injusticias, muchas veces incluso enmascarado con buenos propósitos, y por la marginación que provocan con ello en amplios sectores del pueblo, los más puros ideales.

Por eso no es de extrañar que la literatura de los EE.UU. esté plagada de personajes de esa calaña: políticos demagogos, policías corruptos, prostitutas, indigentes, ladrones, drogadictos, y médicos sin escrúpulos para los que un tratamiento es adecuado si genera dividendos. Los escritores se caracterizan por reflejar en sus obras sus inquietudes y el mundo que los rodea incluso cuando a veces lo hacen inconscientemente, y son muchos de ellos los que han usado sus escritos como herramienta de denuncia contra los males de la sociedad de su tiempo, con lo que en ocasiones consiguen ser escuchados. El caso del escritor Upton Sinclair con su novela La jungla es harto conocido, y por ella el presidente Theodore Roosevelt puso en marcha leyes para asegurar la calidad de los alimentos para el consumo humano, y lo recibió en la Casa Blanca a pesar de no simpatizar con su socialismo.

Y uno más de esos escritores, sin dudas, es Raymond Chandler, que en sus novelas nos enseña las facetas oscuras de la sociedad norteamericana de su tiempo. En especial si tenemos en cuenta la que está considerada su mejor novela, y una de las obras cumbres del género negro, y me refiero a la novela El largo adiós, publicada por Hamish Hamilton en los Estados Unidos en 1953, y que en 1955 recibió el Premio Edgard Allan Poe a la Mejor Novela.

 

El largo adiós es una de las novelas de Raymond Chandler en las que el carismático detective privado Philip Marlowe funge como protagonista, y su trama, escrita en primera persona con el estilo irónico de costumbre del autor, se centra en la peculiar amistad que el protagonista desarrolla con Terry Lennox, un hombre difícil de olvidar por ciertas marcas en su rostro que está casado con la hija de un millonario. Esto es lo que sirve de pretexto en esta ocasión para llevarnos de paseo por la realidad social de Los Ángeles, cuando una madrugada Lennox le pide a su amigo que lo ayude a salir del país con rumbo a México y a la mañana siguiente Marlowe se entera de que podría estar implicado en un asesinato, y el hecho de haberlo ayudado podría hacerlo parecer su cómplice.

La víctima no es otra que la esposa de Lennox y Marlowe decide investigar lo sucedido por su cuenta, a la par que debe dedicarse a otro caso. El escritor Roger Wade ha desaparecido y su mujer, Eileen, junto con su editor, Howard Spencer, desean localizarlo. Pero el asunto se hace más difícil de lo esperado pues el suicidio de Lennox en Otatoclán, y su carta de confesión, más la influencia del padre de la asesinada, el millonario Harlan Potter, que parece interesado en echar tierra sobre el asunto, cierran el caso. El detective persiste en su empeño y es esto lo que lo lleva a mezclarse con la mentira que se oculta por debajo de las apariencias inocentes, y lo hace correr peligro cuando es amenazado no sólo por la policía de Los Ángeles, sino hasta por un gánster amigo de Lennox. Las sombras se hacen más grandes a medida que investiga, mas poco a poco va descubriendo lo poco que conocía a Terry Lennox y termina desencantado ante la realidad de una relación desigual en la que se había volcado desinteresadamente sin imaginar que la otra parte lo estaba utilizando en su provecho.

Todo esto es lo que hace de El largo adiós una de las mejores novelas policiacas que se han escrito, y más cuando la novela no se detiene en la crítica social y se sumerge en el estudio de la lealtad, la amistad, y sus límites.

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El desnudo de principios del siglo veinte



El desnudo es un género artístico, considerado una de las clasificaciones académicas de las obras de arte, en el cual se representan figuras humanas sin vestimenta usando diversos medios como: la pintura, la escultura, y más recientemente, la fotografía y el cine. Es un tema complicado de abordar por sus múltiples variantes, tanto formales como estéticas e iconográficas, y ha sido constante a lo largo de toda la historia, por lo que existen historiadores del arte que lo consideran el tema de más importancia de la historia del arte occidental.

En nuestros días, el género del desnudo suele tener una connotación erótica mucho más abierta, y esto a pesar de la censura que continúa existiendo en algunos medios de comunicación masiva. Es posible decir que ha sido aceptado por las sociedades de los países occidentales, salvo por la existencia de ciertas personas o círculos sociales para los que sigue siendo tabú debido a convencionalismos sociales y educacionales que generan un prejuicio hacia la desnudez conocido como gimnofobia. La presencia del desnudo es tan común en los medios de comunicación, el cine, la publicidad y la fotografía actuales, que se ha convertido en un elemento icónico más del panorama cultural visual del hombre y podría pensarse que ha sido igual en todo momento, mas esto no es cierto. La desnudez en el arte es un reflejo de los estándares sociales para la estética y para la moralidad de la época y la sociedad en que se realice, y por eso, mientras para los antiguos griegos servía como medio de representación de la belleza, y como ideal estético de perfección, en la Edad Media fue motivo de vergüenza debido a las enseñanzas de la religión cristiana, como si no fuera una contradicción alabar a Dios y negar la visión de la supuestamente más perfecta de sus creaciones, y sólo se toleró el desnudo en obras con significado religioso basadas en pasajes de la Biblia que justificaran su presencia.

Esta situación se mantuvo hasta el Renacimiento, cuando el desnudo pudo retornar en parte al mundo del arte. El desnudo del Renacimiento fue la base del estudio de la anatomía humana para la enseñanza académica del arte hasta prácticamente el siglo XX. Pero, como en la Edad Media, las obras de este género de la época utilizaban en su mayoría una justificación temática, esta vez la mitología, y no fue hasta el siglo XIX que en verdad el desnudo llegó a perder su carácter meramente iconográfico, y a ser representado sólo debido a sus cualidades estéticas, incluso cuando en los salones literarios franceses del mismo se consideraba correcto sólo cuando el entorno fuera claramente "clásico" y representara personajes de una cultura en donde la desnudez era usual, pues cualquier atisbo de realismo, o de simple sensualidad en la obra, era considerado vulgar e inapropiado.

Y precisamente al estilo realista del siglo XIX y principios del XX, más propiamente de los años veinte de este último siglo, es la muestra de fotografías de desnudo que se exponen a continuación. En las fotos se puede ver claramente que fueron hechas sin otra justificación que la de mostrar la belleza, la estética, y la sensualidad del cuerpo humano femenino, un motivo más que suficiente para disfrutarlas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


jueves, 10 de noviembre de 2016

La poesía de Rodolfo Francisco Sánchez Bagur




Desvelado

I
Por cada noche cae su piedra en aguas
ríos y mares murmuran verdugos
y surcan los caminos quejas a su virginidad.
Abro ojos a vertientes a veces sin rocío.
Vivimos más de una vez el día
y la muerte de verdad en noches traicionadas.
El ordenador no cuenta piedras
ni orden tiene para aguas vertientes
una roca entre arados de aguas
en el surco de la muerte en cada queja
y no soy escultor
a veces sin humedades también me impulsa su llanto.

II

Cuando hayas muerto
no me tejerán trampas en el umbral
ni en caminos olores de hierbas al ser pisadas.
Recordaremos el precio de esta vida
donde estrellas y fuegos en vidrieras conforman el brillo.
He tenido encuentros con piedras
no me fijan el recuerdo otro encuentro.
Es lo mismo agua salpicada y sangre
y nubes tal heridas exprimiéndose en casas.


El profeta

Hirió mi sábana la aleta del pez
cabeceaba con el anzuelo clavado allí.
Por qué no habrá mordido.
Rompe mi red, va sin hojas dentro de su boca
mas no muerde
transcribe la certidumbre del apocalipsis.
Busco mis almohadas no las he desenfundado
palpo la aspereza de sus olas
y orillas que ha dejado sin zurcidos.
En el techo hizo agujeros
son las doce
a favor del tiempo es fácil llegar
porque de caminantes llenan salidas.
Deshace estelas de naves
hay que batir el polvo.
Al tercer día pez y aleta herida
¿sus páginas con clavos en el mar?
Más ligeras que su voz tal velámenes en el regreso.


Hombre y mujer con espejo

Soy la imagen
el tiempo es mi sueño en cadencia
por el camino del retorno.
Soy imagen de la noche
sin necesidad de estrella
ni de meteorito sin cordura.
No es la luz medidora del espejo
no es la luz
no es luz el tiempo.
Soy quien descompone la imagen
sueño de la noche
con polvo en el cristal del hombre
con su plata tiño el fuego de mis ojos
el que abraza a una mujer
mas soy la imagen donde el espejo se prolonga
donde en mi boca se licua
conforme un torrente exige mi retorno
pero mis pies no son la imagen
ni el camino realidad en asecho.
Ella me besa e impregna su huella en la hoguera
donde el espejo es prolongación
en lo oscuro de nuestros cuerpos y el Kamasutra.
Ella es real virtud en concatenación a leyes
me abraza frente a su espejo
eligiendo el metal de la noche
tatuado en sus pezones
y fluyen mis aromas
como imágenes del pez devuelto al mar
y vuelvo a ser cristal con fuego.

Correrías

I
Camina la noche tras luces
luz tras noches
yo en busca de manos
y al agua llegan tormentas
mas el lago descansa con sus cargas
mientras no absorba días de sed.
Verá en espejos cada persecución.
Si hacen iras
desborda lenguas con tintas

II
En el lago el pescador espina la ayúa
puede mostrar dones de jardineros
dejar estelas de cuchillos
y sus despigmentaciones.
el lago es anzuelo sin carnada.
Lanza redes el pescador y dibuja su casa
tales sueños de sus hijos y el cubo está vacío.

III
Se tensa el cordel
está asida la puerta al aire.
Hiere el pez en el lago
penetra el cordel al pescador.
Tiene su párpado cerrado el anzuelo
no distingue a quien socorrer
mas el cuchillo implora tinte para dientes
ahogando en su herida.
Me asfixio detrás de tantos corriendo
sin la comprensión de cuando soy ellos.

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