La
sociedad norteamericana es una de las más avanzadas de la humanidad, y no sólo
en cuanto a la garantía de las libertades individuales y a su defensa de la
democracia. Las contribuciones hechas
por ese pueblo son realmente incontables también en las ciencias, en la
técnica, en la medicina, y en muchas otras actividades, es posible que como
resultado de la existencia de esas mismas libertades, y no debe haber nadie que
pueda negarlo. Pero no todo es correcto en ella tampoco, pues en todas partes
existe gente para la que la búsqueda de poder y el dinero son los motores de
las relaciones humanas. Y precisamente es esa gente la que suele dedicarse a la
política, y mancha con su presencia, por su comportamiento lleno de horrendos
crímenes e injusticias, muchas veces incluso enmascarado con buenos propósitos,
y por la marginación que provocan con ello en amplios sectores del pueblo, los
más puros ideales.
Por
eso no es de extrañar que la literatura de los EE.UU. esté plagada de
personajes de esa calaña: políticos demagogos, policías corruptos, prostitutas,
indigentes, ladrones, drogadictos, y médicos sin escrúpulos para los que un
tratamiento es adecuado si genera dividendos. Los escritores se caracterizan
por reflejar en sus obras sus inquietudes y el mundo que los rodea incluso
cuando a veces lo hacen inconscientemente, y son muchos de ellos los que han
usado sus escritos como herramienta de denuncia contra los males de la sociedad
de su tiempo, con lo que en ocasiones consiguen ser escuchados. El caso del
escritor Upton Sinclair con su novela La
jungla es harto conocido, y por ella el presidente Theodore Roosevelt puso
en marcha leyes para asegurar la calidad de los alimentos para el consumo
humano, y lo recibió en la Casa Blanca a pesar de no simpatizar con su
socialismo.
Y
uno más de esos escritores, sin dudas, es Raymond Chandler, que en sus novelas
nos enseña las facetas oscuras de la sociedad norteamericana de su tiempo. En
especial si tenemos en cuenta la que está considerada su mejor novela, y una de
las obras cumbres del género negro, y me refiero a la novela El largo adiós, publicada por Hamish
Hamilton en los Estados Unidos en 1953, y que en 1955 recibió el Premio Edgard
Allan Poe a la Mejor Novela.
El largo adiós es una de las novelas de
Raymond Chandler en las que el carismático detective privado Philip Marlowe funge
como protagonista, y su trama, escrita en primera persona con el estilo irónico
de costumbre del autor, se centra en la peculiar amistad que el protagonista
desarrolla con Terry Lennox, un hombre difícil de olvidar por ciertas marcas en
su rostro que está casado con la hija de un millonario. Esto es lo que sirve de
pretexto en esta ocasión para llevarnos de paseo por la realidad social de Los
Ángeles, cuando una madrugada Lennox le pide a su amigo que lo ayude a salir
del país con rumbo a México y a la mañana siguiente Marlowe se entera de que
podría estar implicado en un asesinato, y el hecho de haberlo ayudado podría hacerlo
parecer su cómplice.
La
víctima no es otra que la esposa de Lennox y Marlowe decide investigar lo
sucedido por su cuenta, a la par que debe dedicarse a otro caso. El escritor Roger
Wade ha desaparecido y su mujer, Eileen, junto con su editor, Howard Spencer,
desean localizarlo. Pero el asunto se hace más difícil de lo esperado pues el suicidio
de Lennox en Otatoclán, y su carta de confesión, más la influencia del padre de
la asesinada, el millonario Harlan Potter, que parece interesado en echar
tierra sobre el asunto, cierran el caso. El detective persiste en su empeño y es
esto lo que lo lleva a mezclarse con la mentira que se oculta por debajo de las
apariencias inocentes, y lo hace correr peligro cuando es amenazado no sólo por
la policía de Los Ángeles, sino hasta por un gánster amigo de Lennox. Las
sombras se hacen más grandes a medida que investiga, mas poco a poco va
descubriendo lo poco que conocía a Terry Lennox y termina desencantado ante la
realidad de una relación desigual en la que se había volcado desinteresadamente
sin imaginar que la otra parte lo estaba utilizando en su provecho.
Todo
esto es lo que hace de El largo adiós
una de las mejores novelas policiacas que se han escrito, y más cuando la
novela no se detiene en la crítica social y se sumerge en el estudio de la
lealtad, la amistad, y sus límites.
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