jueves, 6 de octubre de 2016

Curioseando: La profecía del Titanic




La humanidad se ha enfrentado a lo largo de su milenaria existencia con un inmenso número de desastres, que le han costado un gran número de vidas, unos evitables y otros no. Entre los primeros, sin lugar a dudas, se encuentra el desastre del Titanic, el más grande naufragio en tiempos de paz puesto que de las 2223 personas que llevaba a bordo la embarcación murieron 1514 producto de su hundimiento.

 

El RMS Titanic, como es conocido, fue un vapor británico de la clase Olympic cargado de lujos, el segundo de los tres de su clase y el barco más grande en el momento de su botadura. La construcción de la embarcación se realizó entre los años 1909 y 1912 en el astillero Harland and Wolff de Belfast.
El enorme navío de 9 cubiertas y unos 269 metros de eslora se consideró inhundible por su diseño, cosa que no le sirvió de mucho, y por eso en nuestros días es bastante más célebre por su inesperada pérdida la noche del 14 al 15 de abril de 1912, en su viaje inaugural de Southampton a Nueva York, que por sus proporciones.

Todos conocen las causas de la tragedia. El casco de acero no soportó el impacto con un iceberg que flotaba en su camino, en especial los remaches metálicos que unían las planchas, debido en parte a la velocidad con que el Titanic se desplazaba por los deseos del vicepresidente de la compañía de impresionar a la prensa estadounidense llegando a su destino antes. El capitán del navío conocía del peligro por los telegramas de alerta que se habían recibido, y pidió reiteradamente disminuir la velocidad, cosa en la que no fue escuchado. También es cierto que no se hubieran perdido tantas vidas si no hubieran existido en cubierta tan pocos botes salvavidas, se dice que debido a las normas de seguridad obsoletas de ese tiempo, o si el SS Californian, que se hallaba a pocos kilómetros del sitio del hundimiento, no hubiera desconectado su telégrafo como resultado de un pedido del primer oficial de radio del propio Titanic, ni hubiera ignorado luego las señales visuales que le llegaron desde la nave condenada, obligando con ello a los náufragos a esperar por la llegada del RMS Carpathia. Pero un hecho menos conocido lo constituye que lo ocurrido hacía tiempo estaba escrito en una novela.

En efecto, en la novela "El naufragio del Titán o Futilidad", del escritor norteamericano Morgan Robertson (1861-1915), se menciona un barco de nombre Titán que se hunde en el océano Atlántico después de colisionar con un iceberg.

 

El libro fue escrito en 1898, catorce años antes del desastre del Titanic, y lo pasmoso de su historia no es sólo el mero hecho de que el barco de la novela tuviera un nombre parecido, y pereciera de un modo similar a su contraparte real, sino que en el texto se describe el navío con las mismas dimensiones y peso, la misma capacidad de carga, y se dice que era un barco repleto de lujos destinado a llevar millonarios, y que en su cubierta no llevaba la cantidad suficiente de botes salvavidas.
Esto por sí sólo debería hacernos sospechar, ¿sería el libro de Robertson la profecía de un desastre futuro? Pero no es todo, pues existen aún otras coincidencias. El Titán se hundió durante el mismo mes de abril que el Titanic, y los apellidos de los capitanes de ambos navíos también coincidían.

Por supuesto, todo esto podría ser una coincidencia, y probablemente lo sea, pero los hechos no acaban en esto.

Tiempo después Morgan Robertson escribiría otra novela, esta vez titulada "Más allá del espectro". En ella describió una futura guerra entre EE.UU. y Japón en donde este país de Asia desarrollaba un ataque furtivo la mañana de un domingo de diciembre, lo que sucedió en Pearl Harbor, y se mencionan vehículos volantes y la existencia de un tipo de bombas de cegador brillo. Por eso tampoco faltan los que encuentran paralelos entre la novela y lo ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los Estados Unidos y el Imperio del Sol Naciente se enfrentaron, y el primero lanzó las primeras bombas atómicas, que como se sabe, emiten una luz intensa cuando estallan.

Por desgracia Morgan Robertson murió de improviso en 1915 y por eso no pudo legar a la posteridad otra de sus novelas, hubiera sido interesante conocer qué nos hubiera dicho en ella.

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