El caucho es un polímero elástico,
materia prima para la fabricación de neumáticos y de otros productos
importantes para la sociedad moderna. En un comienzo se obtuvo a partir de una
emulsión lechosa llamada látex procedente de la savia de un cierto número de
plantas, y eso se mantuvo hasta que durante la Primera Guerra Mundial los
químicos alemanes lograron sintetizarlo a partir del butadieno. El caucho
sintético, sin embargo, no hizo disminuir la extracción de látex de las plantas
debido a su enorme demanda, y por eso incluso en nuestros días éste se continúa
obteniendo.
Es precisamente la invención del
neumático por John Dunlop en 1887 lo que hizo del caucho un producto valioso,
hasta tal punto que se le comenzó a considerar como el oro blanco de la selva
suramericana. Por esas fechas el caucho natural era la única fuente disponible
y, como siempre suele suceder en esos casos, pronto apareció gente sin
escrúpulos con deseos de enriquecerse produciéndolo. El hecho de que las
plantas capaces de servir para la obtención del látex crecieran en lo profundo
de la intrincada selva amazónica no resultó en un impedimento, como podría
pensarse, sino más bien en todo lo contrario, y las compañías que se dedicaron
al negocio supieron aprovechar ese aislamiento perfectamente y contrataron como
capataces a hombres dispuestos a todo para conseguir la mano de obra local, los
indios del amazonas, o para obligar a otras personas, muchas veces por medio de
engaños, a convertirse prácticamente en esclavos. Pero los que más sufrieron
fueron, sin dudas, los indios, y las atrocidades cometidas por los criminales
empleados de las compañías caucheras no tardaron en ser reveladas de un modo u
otro por la gente consciente.
El escritor colombiano José Eustacio
Rivera fue una de esas personas, y por eso es conocido no sólo por su obra
poética. En la novela La vorágine, que
salió a la luz el 25 de noviembre de 1924, y es considerada como un clásico de
la literatura de su país y de Hispanoamérica dentro de la corriente del
modernismo latinoamericano, aun si también se la pudiera incluir dentro del
costumbrismo por la recreación que se hace en ella de las culturas rurales, se exponen
crudamente las duras condiciones de vida de los colonos durante la fiebre del
caucho, así como la esclavización de los indígenas de la región de la Amazonia.
La trama de la novela nos lleva con
Arturo Cova, primero a las llanuras orientales, a donde éste va con su novia,
Alicia, para liberarse de las convenciones sociales de la sociedad de la
capital colombiana de principios del siglo XX. La llanura representa la
libertad perdida y Cova hubiera permanecido en ella de no ser por la ruptura
con Alicia y la noticia de su entrada en la selva. La recuperación de Alicia es
el pretexto para que Arturo Cova deba internarse en los dominios de los
caucheros y revelarnos ese mundo lleno de crueldad y de personajes pintorescos.
En cuanto a su estilo, la novela
destaca por sus paisajes verbales y el detalle de las situaciones de violencia.
Y eso no es lo único que la distingue de otras obras de la época. En ella fue
superado el argumento con un solo plano narrativo y en lugar de estar formada
por una sola historia se entremezclan varias de ellas, como las del cauchero Clemente
Silva, en busca de su hijo, la de Fidel Franco y la de Helí Mesa.
En resumen, La vorágine es una novela
impecablemente escrita y digna de ser leída por su profundo contenido, y es por
eso que recomendamos sin dudarlo su lectura a todos los amantes de la buena
literatura.
La novela también ha sido llevada a la
pantalla, en primer lugar en 1949 en México, en donde se produce la película
"Abismos de amor", basada en ella y dirigida por Miguel Zacarías. Y
en segundo lugar en 1975, cuando la empresa colombiana de televisión RCN le hizo
una versión en formato de telenovela.
Puede hacer y enviar la reseña de sus
libros favoritos a katharsismagazine@gmail.com para recomendar esa lectura.
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