Los
mexicas llegaron a ser uno de los pueblos más desarrollados de Mesoamérica,
creadores de una sociedad civilizada con artes y ciencias avanzadas en la que,
no obstante esto, existían los sacrificios humanos producto de sus creencias
religiosas.
Más
conocida por aztecas en la historiografía tradicional, la gente mexica poco a
poco conformó también uno de los imperios más poderosos de entre los existentes
en el continente americano a la llegada de los conquistadores españoles a esas
tierras, despertando en ellos asombro y admiración puesto que nunca antes
habían visto en el Nuevo Mundo gentes tan organizadas y ciudades tan prósperas,
ricas, limpias y cuidadas, y no vieron otras hasta encontrarse con los Incas en
Suramérica, en especial México-Tenochtitlán, la ciudad capital mexica, que
según palabras de varios de ellos podía compararse con éxito con Sevilla o Roma
y tenía mucha más población que cualquiera de ellas.
Sin
embargo, no importando su grandeza, todos sabemos que salvo por la
supervivencia de la lengua náhuatl de la que se importaron unas pocas palabras
a la lengua castellana, y por un cierto número de costumbres del pueblo mexica
que sobrevivieron a la imposición española, el mundo azteca es un mundo perdido
para nosotros aun teniendo en cuenta que es uno de los más estudiados por los
eruditos. Y es por eso precisamente que, para los amantes de la historia de los
pueblos originarios de América, será de mucho valor leer la novela histórica
publicada en 1980 por el escritor norteamericano Gary Jennings (1928-1999)
titulada Azteca, porque los llevará nuevamente a ese sociedad llena de
contrastes y creencias que en nuestra época nos parecen, y probablemente lo
fueran en cierta medida, crueles y despiadadas, incluso cuando en la mayoría de
las ocasiones esa crueldad tenía un motivo demostrado para ellos como por otro
lado también se explica magistralmente en la novela.
La
historia de Azteca está narrada con una insuperable desnudez en cuanto a la
documentación de la vida cotidiana de los mexicas en sus más mínimos detalles,
tanto antes de la conquista como durante ella, plagada de datos históricos y
curiosos puntos de vista que de la mano del autor y por boca de su
protagonista, Tliléctic-Mixtli (Nube Oscura), nos conduce de nuevo a ese tiempo
pasado, a esos días decisivos, sin por esto resultar tediosa, pues nos hace
partícipes de una manera amena e instructiva, con retratos verbales llenos del
colorido de los paisajes, los personajes, y los hechos trascendentales
ocurridos desde la niñez de su narrador hasta poco después de la caída de la
que una vez hubo de ser una demoledora potencia que dominaba un territorio
mucho más grande del ocupado por su nueva metrópoli.
Esa
es una de las razones, pero no la única, por la que creo que la lectura de
Azteca será grata y reconfortante para las personas interesadas en la historia de
los pueblos de América, porque estoy seguro de que será preciosa hasta para los
que gustan de las novelas románticas en donde priman las pasiones, puesto que
en Azteca de nada se carece y su autor ha sabido con maestría darnos a conocer
también a través de las frases de sus personajes, muchas veces rebosantes de
una bella poesía, sus propias consideraciones acerca del amor, de la vida y de
la muerte.
Puede hacer y enviar la reseña de sus libros favoritos a katharsismagazine@gmail.com para recomendar esa lectura.
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