La humanidad se ha enfrentado a lo
largo de su milenaria existencia con un inmenso número de desastres, que le han
costado un gran número de vidas, unos evitables y otros no. Entre los primeros,
sin lugar a dudas, se encuentra el desastre del Titanic, el más grande
naufragio en tiempos de paz puesto que de las 2223 personas que llevaba a bordo
la embarcación murieron 1514 producto de su hundimiento.
El RMS Titanic, como es conocido, fue
un vapor británico de la clase Olympic cargado de lujos, el segundo de los tres
de su clase y el barco más grande en el momento de su botadura. La construcción
de la embarcación se realizó entre los años 1909 y 1912 en el astillero Harland
and Wolff de Belfast.
El enorme navío de 9 cubiertas y unos 269
metros de eslora se consideró inhundible por su diseño, cosa que no le sirvió
de mucho, y por eso en nuestros días es bastante más célebre por su inesperada
pérdida la noche del 14 al 15 de abril de 1912, en su viaje inaugural de Southampton
a Nueva York, que por sus proporciones.
Todos conocen las causas de la
tragedia. El casco de acero no soportó el impacto con un iceberg que flotaba en
su camino, en especial los remaches metálicos que unían las planchas, debido en
parte a la velocidad con que el Titanic se desplazaba por los deseos del vicepresidente
de la compañía de impresionar a la prensa estadounidense llegando a su destino
antes. El capitán del navío conocía del peligro por los telegramas de alerta
que se habían recibido, y pidió reiteradamente disminuir la velocidad, cosa en
la que no fue escuchado. También es cierto que no se hubieran perdido tantas
vidas si no hubieran existido en cubierta tan pocos botes salvavidas, se dice
que debido a las normas de seguridad obsoletas de ese tiempo, o si el SS
Californian, que se hallaba a pocos kilómetros del sitio del hundimiento, no
hubiera desconectado su telégrafo como resultado de un pedido del primer
oficial de radio del propio Titanic, ni hubiera ignorado luego las señales visuales
que le llegaron desde la nave condenada, obligando con ello a los náufragos a
esperar por la llegada del RMS Carpathia. Pero un hecho menos conocido lo
constituye que lo ocurrido hacía tiempo estaba escrito en una novela.
En efecto, en la novela "El naufragio
del Titán o Futilidad", del escritor norteamericano Morgan Robertson
(1861-1915), se menciona un barco de nombre Titán que se hunde en el océano
Atlántico después de colisionar con un iceberg.
El libro fue escrito en 1898, catorce
años antes del desastre del Titanic, y lo pasmoso de su historia no es sólo el mero
hecho de que el barco de la novela tuviera un nombre parecido, y pereciera de
un modo similar a su contraparte real, sino que en el texto se describe el navío
con las mismas dimensiones y peso, la misma capacidad de carga, y se dice que
era un barco repleto de lujos destinado a llevar millonarios, y que en su
cubierta no llevaba la cantidad suficiente de botes salvavidas.
Esto por sí sólo debería hacernos
sospechar, ¿sería el libro de Robertson la profecía de un desastre futuro? Pero
no es todo, pues existen aún otras coincidencias. El Titán se hundió durante el
mismo mes de abril que el Titanic, y los apellidos de los capitanes de ambos navíos
también coincidían.
Por supuesto, todo esto podría ser una
coincidencia, y probablemente lo sea, pero los hechos no acaban en esto.
Tiempo después Morgan Robertson
escribiría otra novela, esta vez titulada "Más allá del espectro". En
ella describió una futura guerra entre EE.UU. y Japón en donde este país de
Asia desarrollaba un ataque furtivo la mañana de un domingo de diciembre, lo
que sucedió en Pearl Harbor, y se mencionan vehículos volantes y la existencia
de un tipo de bombas de cegador brillo. Por eso tampoco faltan los que encuentran
paralelos entre la novela y lo ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial,
cuando los Estados Unidos y el Imperio del Sol Naciente se enfrentaron, y el
primero lanzó las primeras bombas atómicas, que como se sabe, emiten una luz
intensa cuando estallan.
Por desgracia Morgan Robertson murió
de improviso en 1915 y por eso no pudo legar a la posteridad otra de sus
novelas, hubiera sido interesante conocer qué nos hubiera dicho en ella.
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