jueves, 27 de octubre de 2016

Curioseando: El último de los grandes castrati



En una época se estiló la práctica de castrar a ciertos hombres para convertirlos en eunucos y utilizarlos en distintas labores; así, en varios estados medievales de oriente, se los utilizó no sólo como guardianes en los harenes, sino como políticos de nivel, puesto que después de la mutilación no eran capaces de iniciar una dinastía propia que pusiera en peligro a la reinante.

El proceso consistía en la destrucción del tejido testicular sin que por lo general se extirpara el pene, salvo en los casos en que el eunuco sería destinado a cuidar a las mujeres. En esos casos no sólo eran extirpados los testículos del condenado, sino que éste era emasculado, y dicha operación resultaba tan peligrosa que los esclavos eunucos de ese tipo alcanzaban un elevado precio en el mercado, y poseer por lo menos uno se consideraba señal de poder y riqueza.

Y, sin embargo, esa no era la única causa del aumento del precio del eunuco, pues éste crecía también cuando la castración se había producido a edades tempranas, con lo que el riesgo de muerte era más grande, pero se conseguía que se conservaran los rasgos faciales propios de la niñez, no se llegara a desarrollar la barba, y que el castrado mantuviera una voz dulce y aguda para toda la vida.

Es por eso que no es de extrañar que algunos hombres castrados desde niños se utilizaran en los coros, y se sabe que la práctica de castrar a niños cantores se estiló desde tiempos antiguos como la fecha de creación del Imperio romano de Oriente, y que existieron coros de castrati en Bizancio hasta que se produjo el saqueo de Constantinopla en 1204, fecha en que cesó su uso momentáneamente.

La reaparición de los castrati aconteció durante el siglo XVI, y se debió principalmente a una razón religiosa. Las mujeres estaban prohibidas en el coro por el dictamen paulino mulieres en ecclesiis taceant, y la voz de los niños duraba pocos años, por lo que fueron sustituidos. Pero no fue hasta el siglo XVIII que los castrati alcanzaron su máxima gloria. En la voz del castrato se combinaba la ternura de un niño y la potencia de un adulto y por eso no tardó en ser usada en la ópera. Y se usó tanto que en sus días de esplendor, entre los años 1720 y 1730, se cree que más de 4000 niños fueron castrados anualmente, sacrificados en el altar del arte, se podría decir, aun cuando es cierto que de acuerdo con sus padres, pues un castrato solía ganar dinero y prestigio y eso le servía a muchos para salir de la pobreza. Por eso tampoco es de extrañar que muchos adolescentes se presentaran voluntariamente ante el cirujano.

Dicha situación se mantuvo hasta que cambiaron los gustos operísticos y las actitudes sociales en el siglo XIX, y con ello la era de los castrati comenzó su declive. Esta fue la época en la que vivió Giovanni Battista Velluti (1780-1861), llamado Giambattista, famoso castrato italiano que es considerado el último de los grandes castrati.


El cantor fue castrado a la edad de ocho años por un médico como tratamiento ante una tos pertinaz con fiebre alta, y la situación hizo que su padre decidiera hacerlo iniciar estudios de música en vez de destinarlo a la carrera de las armas, como inicialmente se había propuesto. Y debió poseer una voz hermosa pues los últimos roles compuestos para un castrato: el Arsace de Aureliano in Palmira (1813), de Rossini, y el Armando de Il crociato in Egitto (1824), de Meyerbeer, fueron hechos para que los interpretara. Es una lástima que en su época, y en la época de otros grandes castrati como Farinelli (1705-1782), no existieran aún sistemas para la preservación de los sonidos y todas esas voces maravillosas se perdieran.

Puede enviar datos sobre cosas curiosas del mundo del arte y la literatura a katharsismagazine@gmail.com si desea publicarlas en este blog.

No hay comentarios:

Publicar un comentario