jueves, 13 de octubre de 2016

El arca sideral: Capítulo I



El arca sideral
por Pedro Luis Carballosa Mass

Capítulo I

La nave parecía inmensa, y se movía lentamente, o por lo menos daba esa sensación sin disponer de un punto de referencia cercano a donde estaba. Las estrellas que podían verse desde su situación, como si colgaran de un negro lienzo, no eran más que titilantes puntitos de variados colores que se amontonaban y se mantenían estáticos en un mismo sitio, conformando aglomeraciones, salvo por la situada a unos pocos grados a estribor de la proa del ingenio, que a pesar de verse también como un punto luminoso de un color rojo, era un poco más grande y se notaba mucho más debido a que estaba solitaria, y a que se movía casi imperceptiblemente de su posición, como si deseara separarse cada vez más de la dirección del movimiento. Esto daba la impresión no sólo de que debía de estar mucho más cerca, sino de que el vehículo se había estado dirigiendo hacia ella hasta poco tiempo antes.

Era precisamente la luz de esa estrella, y en menor medida el resplandor de las aglomeraciones, una de las cosas que permitía ver la nave en medio de la helada oscuridad que la rodeaba, en especial por los reflejos que creaba la primera en la pulida proa a modo de cúspide de pirámide que coronaba el eje central parecido a un obelisco de la estructura, pues las otras luces que parpadeaban a lo largo de ésta, y en los bordes de la rueda que estaba situada en posición transversal con respecto al eje, en las cercanías de la popa, y que se sostenía a este por medio de brazos traslucidos, no iluminaban mucho por su poca intensidad y su color azulado.

Y, sin embargo, todo cambio de improviso cuando la enorme estructura pareció convertirse en una carroza. Las luces que hasta ese momento se notaban débiles y de un color pálido se empeñaron en llenar el espacio con su brillo, y formas variadas recorrieron la superficie metálica del ingenio. Era como si con ello se propusiera enviar una señal visible a un inexistente acompañante, en especial con los brazos traslúcidos, que se encendieron de un modo que la rueda cercana a la popa pareció un sol en sí misma y debió poder ser vista por su tamaño a una larga distancia. Fue entonces cuando se distinguieron los enrevesados caracteres situados a cada lado de la nave en las cercanías de la proa, tan pulidos que en ellos pudieron verse reflejados los diversos colores cambiantes.

La cacofonía de colores y formas se prolongó por un largo rato, y a ella no demoró en unirse la luz de los retropropulsores. Ésta era un raro fuego púrpura, disperso como una cabellera ondeando al viento, que llenó por completo los bordes de la estructura a modo de rueda. Mas como si el deseo de los tripulantes no fuera otro que corregir el rumbo del vehículo, los retropropulsores no estuvieron encendidos por mucho tiempo, y luego de lanzar varias llamaradas, que por su magnitud daban una idea del impetuoso empuje que producirían, volvieron a hacerse invisibles, con lo que desapareció también la imprevista explosión de alegría.

La oscuridad volvió a enseñorearse de los alrededores del vehículo espacial, y eso permitió ver con más claridad como un puntito diminuto de luz se separaba del cuerpo principal a una velocidad tan pasmosa que era casi imposible seguirlo con la vista. Por eso no demoró en desaparecer con rumbo a la estrella roja que ahora se veía casi alineada con la proa, confundiéndose con su luminosidad cada vez más intensa.

En tanto la veloz lucecilla desaparecía, en un ovalado recinto interior de la impresionante nave, que a diferencia de sus paredes exteriores había permanecido sumido en una profunda penumbra, pudo verse una leve luminiscencia que se fue haciendo cada vez más deslumbrante. Hasta ese momento sólo una multitud de parpadeantes luciérnagas situadas sobre un panel que, como un semicírculo de material negro cubría la superficie delantera del óvalo, lo había estado iluminando ligeramente, en cambio ahora, cuando la luz blanca lo inundó todo, se hizo visible una especie de sarcófago de unas proporciones envidiables y redondeados bordes que se encontraba en el mismo centro del recinto.

La superficie exterior del sarcófago se puso en movimiento hacia un costado, y con esto descubrió otra más pulida en su interior, en la que rebotaron como pelotas por un momento las luces pulsantes situadas en el estrellado panel delantero. Pero eso tampoco duró mucho, y cuando la habitación se vio iluminada, y los acordes de unas melodías parecieron llenarla, en la parte central del panel de luces coloridas se encendió una pequeña pantalla que se llenó rápidamente de símbolos semejantes a los que había a los costados del enorme ingenio, poco después de lo cual la tapa del sarcófago comenzó a levantarse con un tenue zumbido. En cuanto la tapa del depósito se separó de los bordes, un humo espeso y blanquecino se desprendió del interior, y continuó haciéndolo a medida que ésta se deslizaba a lo largo del depósito. Era como si estuviera impulsado por la poderosa gravedad de un planeta gigante, pues se desbordó como la miel, sin separarse de las paredes de su contenedor, y se extendió por todo el piso sin que por esto el interior del sarcófago pudiera verse más claramente. La cubierta se detuvo luego de llegar a su tope y la niebla se fue disipando poco a poco, con lo que pronto fue como un tenue velo y permitió ver, primero un raro rostro, y luego un largo cuerpo cubierto por una piel grisácea. La criatura poseía una cabeza achatada, y se mantuvo inmóvil como si durmiera, mas en el recinto no tardaron en escucharse otros melodiosos acordes y los tres ojos que poseía se mostraron, como si emergieran a la superficie de la piel, para mirar su entorno como si esa fuera la primera vez que lo veían.

Las pupilas del raro ser se posaron en una forma luminosa que se manifestó de improviso. Esta era una luz azulada de poca intensidad y de proporciones bastante parecidas a las de quien la miraba, sólo que se notaba su poca consistencia por ser traslúcida. La forma luminosa levantó una de sus extremidades, como si con ella señalara una dirección, y de ésta se vio salir una esfera también de luminosidad azulada, que levitó directamente hacia donde estaba la criatura que permanecía en el sarcófago. Las pupilas esta vez siguieron la esfera hasta que se detuvo a poca distancia de ellas, más a menos a la mitad del largo cuerpo, momento en que emitió una luz tan intensa a modo de cortina que dio la sensación de que podría tocársela si se deseara. La cortina se movió a lo largo del cuerpo, como si lo palpara, primero con rapidez hacia la cabeza, y luego de vuelta lentamente, hasta que lo barrió por completo, con lo que obligó a los ojos a hundirse de nuevo dentro de la piel de donde mismo habían salido.

En cuanto la luz intensa desapareció, y la esfera volvió a elevarse para unirse a la forma luminosa que la había emitido, la criatura mostró sus ojos otra vez y se empeñó en levantarse del sarcófago. Pero no se había incorporado del todo cuando se detuvo a oír una voz gutural de calmadas inflexiones, que se escuchó en el recinto y parecía provenir de donde mismo la esfera había ido.

–Espera a que termine la diagnosis, Marlok –dijo la voz y hubo un corto silencio–. Hace muchos períodos que estás sumido en el hipersueño y no sabemos la magnitud de los daños.

En el rostro del ser se mostró una expresión de duda, como si no entendiera las palabras, y puede que por eso demorara en obedecer y volver a recostarse con los ojos posados en la luminosidad que se había puesto a merodearlo.

–¿Ma… Maaaaa… Marlok? –repitió luego con evidente esfuerzo–. ¿Quién…?

Tenía una voz profunda y desagradable, tan gutural como la otra.

–La Kalamak se salió de su curso y me temo que cruzamos la zona desierta –dijo la primera voz con rápidez, interrumpiendo a Marlok, y la forma de luz azulada levitó lentamente por la estancia–. En estos momentos debemos estar en la galaxia espiral R201M4, a pocos períodos de distancia de una estrella desconocida. Pero no debes preocuparte demasiado, todos los sistemas parecen intactos y lancé una sonda de exploración para ver con qué nos topamos… gracias a eso hemos despertado.

El rostro de Marlok mostró aún más extrañeza, y siguió la luz con los ojos sin emitir una palabra. Era como si se preguntara en dónde la había visto antes y no pudiera recordarlo. El recinto, por consiguiente, se mantuvo en silencio durante unos instantes, hasta que unos melodiosos acordes se manifestaron.

–Puedes levantarte, Marlok –dijo la voz de la forma luminosa, y ésta se movió a las cercanías de Marlok–. Todas las pruebas han concluido con éxito.

No dio más detalles, y Marlok miró sus alrededores y posó sus tres ojos en ella, como si no se diera por aludido. El ser luminoso pareció percatarse sólo en ese momento de que algo no iba como se lo esperaba, y levitó delante de la criatura.

–Marlok, ¿puedes escucharme? Dile a Nurka si tienes un problema.

Marlok titubeó por un momento, y por fin se incorporó sobre sus extremidades inferiores. Tenía las piernas fuertes como las de un alce, mas aun así estas parecieron negarse a sostenerlo y se bamboleó cuando dio unos pocos pasos, como si el piso se escapara de debajo de sus pies de forma redondeada. La forma azulada llamada Nurka se movió a su costado, como si pudiera sostenerlo.

–La mala noticia es que nuestra misión no podrá ser completada con éxito –dijo mientras lo hacía, como si, viendo a su protegido recuperado, no deseara demorar más en contarle de los problemas–. Estamos demasiado lejos del sector señalado, recuerda que la galaxia R201M4 es nuestra vecina, la que va a colisionar con la nuestra dentro de varios millones de períodos.

En eso llegaron a una pared y Marlok se recostó en ella, y respiró pesadamente. Tuvo que darse vuelta para eso y sus ojos pudieron ver la gigante roja que se mostraba en la pantalla central del panel en donde poco antes habían desfilado los caracteres enrevesados de su escritura.

–Mírala, ¿no es hermosa? –dijo Nurka con su calma característica–. Este es un mundo moribundo, Marlok, y con su vista nos recuerda que no existe nada eterno.

–Hace un momento mencionaste una misión –musitó Marlok sin separar sus ojos de la estrella y la presencia azulada se volvió como para verlo.

–Sí… –dijo–. La misión era importante…

Marlok la miró y en sus ojos se manifestó una enorme tristeza, por eso la esfera continuó hablando.

–Debíamos salvar una muestra de la vida inteligente de uno de los mundos de nuestra galaxia antes de la colisión –dijo–. Los nuestros partieron para cruzar el gran desierto con un rumbo opuesto a la ruta de la Kalamak, ¿es que no lo recuerdas?

–No… no lo sé –dijo Marlok y se cogió la cabeza con sus extremidades, como si sintiera que iba a estallarle–. ¿Y dices que no tendremos tiempo de llegar a ellos? Si faltan millones de períodos.

–No, la Kalamak es una nave bastante rápida pero ni aun ella podría llegar hasta ese sistema, por lo visto están demasiado separados de nosotros… deben haber pasado también millones de períodos desde que pasamos por su lado –dijo Nurka–. Pero no pasa nada, pronto lo recordarás todo, esto es normal, la amnesia del hipersueño prolongado… y nosotros mismos debemos salir de esta galaxia o podríamos ser destruidos por la ola gravitatoria, podría lanzarnos a la singularidad del centro.

–Entonces… ¿ellos perecerán? –dijo Marlok como si no pudiera pensar en otra cosa–. ¿Cómo podré mirar a los otros cuando los encuentre luego de tamaño fracaso?

Nurka se movió delante de su rostro, como si deseara llamarle la atención.

–No será un fracaso, sucede bastante –dijo–. Por eso se envían las naves por pares y nuestra nave de respaldo, la Orlunak, debe haber llegado a ellos… le hice las señales lumínicas de saludo en cuanto desperté y no hubo respuesta. Tampoco lo hicieron por radio… lo único que no puedo entender es por qué no nos interceptó cuando nos vio seguir de largo. Eso está en sus protocolos.

En los ojos de Marlok nació una llama de esperanza y Nurka hizo silencio por un instante, a la vez que miraba a Marlok como si pensara si debía contarle toda la historia.

–En cuanto a los otros… –musitó indecisa–. No creo que volvamos a verlos.

Marlok la miró con viveza, y por primera vez Nurka pareció no saber en donde posar sus propios ojos luminosos.

–¿Cómo que…? – la instó Marlok.

–No pienses demasiado, sería inútil y es posible que estés confundido –dijo Nurka–. Poco a poco lo irás recordando. Por lo pronto será más conveniente que vayas a la sala de recuperación. Debes de recuperar las fuerzas pronto pues en cuanto la sonda Mayak permita que nos orientemos podremos tomar una decisión… y es posible debas entrar de nuevo en hipersueño.

Marlok pareció pensarlo, y Nurka se movió por la estancia como si lo evitara. Era evidente que no le diría nada en ese momento, y se sentía tan cansado como si en vez de estar durmiendo se hubiera pasado varios períodos excavando en las minas de la luna Ordumlan. Ese nombre le sonó tan raro que sacudió la cabeza preguntándose de dónde lo habría sacado, y luego se maravilló cuando de lo más profundo de su cerebro emergió la imagen de una muchacha. La chica tenía un rostro tan bello, y lo miraba con una emoción tan grande en sus tres ojos, que se le cortó el aliento.

–Nurka… sabes si Ord… –musitó y vio los tres ojos de luz azulada mirarlo.

–¿Sí?

–No, nada, olvídalo… será mejor ir a la sala de recuperación –dijo Marlok y dio unos pasoa, luego se detuvo–. ¿Dónde está la sala de recuperación?

Nurka pareció sonreírse y sin decir nada levantó una extremidad y de ella se desprendió una esfera de luz.

–La esfera ira contigo, Marlok –dijo y vio como Marlok asentía y la seguía–. Descansa bien y no pienses demasiado.

La puerta se cerró detrás de Marlok y Nurka se volvió para ver una vez más la gigante roja en la pantalla del panel de mando de la estancia.

–Ve en paz y no sufras, Marlok, héroe de los Usmalak… –musitó Nurka a medida que su luz se iba haciendo débil–. Nurka se encargará de todo –dijo y se esfumó del todo.

Entonces la luz de la estancia también se fue opacando poco a poco y pronto volvió a sumirse en la penumbra.

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