Flores deshojadas
por Cristian de la Cruz
El ser
humano suele comportarse de un modo poco inteligente a menudo, no se sabe si
porque eso le conviene en ciertas ocasiones, para alcanzar un objetivo oculto
que no le es posible justificar y nada tiene que ver con lo que declara, o
porque realmente cree en las tonterías que hace.
A manera de
ejemplo típico tenemos el caso de la creencia, bastante extendida en una época,
de que el sida era una enfermedad que sólo afectaba a homosexuales; como si un
virus pudiera distinguir la preferencia sexual de su próxima víctima de algún
modo y decidir conscientemente si ésta le convenía para sus "malévolos"
propósitos.
El resultado
de esa idea nada acorde con la experiencia es de todos conocido, fueron muchos
los hombres y mujeres heterosexuales que cavaron sus propias tumbas al no
protegerse adecuadamente por creerse inmunes.
Pero por lo
menos en el caso comentado arriba, era la persona ingenua, y no otra, la que
pagaba por las consecuencias de guiarse por una idea tan poco creíble. En otras
ocasiones, por desgracia, los platos rotos los han pagado los inocentes, y por
eso, los hechos han despertado la indignación de la gente consciente.
Es éste
último precisamente, cuando una víctima inocente es sacrificada por una idea
sin sentido, el caso que sirvió de inspiración al pintor español Ramón Casas
(1866-1932) para la creación en 1894 de su obra "Flores deshojadas".
A finales
del siglo XIX se había extendido la creencia de que tener relaciones sexuales
con una chica virgen servía de cura a la sífilis, una enfermedad que en esa
época era bastante común entre la población, y que era mortal con frecuencia
debido a que aún la penicilina no había sido descubierta. Y el resultado de esa
falsa teoría de moda fue que los casos de violación a adolescentes se hicieron
tan comunes que no hubo una sola persona que pudiera ignorar su existencia,
incluidos los artistas.
Claro, puede
pensarse que la creencia comentada era cosa de esos tiempos, ahora en el
pasado, cuando reinaba el analfabetismo en la mayoría de los países. Pero no
debe engañarse el lector, no es en todas partes que reina la cordura. Hasta
donde se sabe, la práctica que le sirvió de inspiración al pintor español
continúa en activo en el África negra, en donde se cree que sirve para curarse
del sida. Por eso, no debe extrañar a nadie si de pronto se encuentra con una
versión moderna de la obra de Ramón Casas comentada, y menos si esta vez está
posando una modelo de piel oscura.
¿Qué cree
usted? ¿Conoce otros casos parecidos, en los que una obra de la plástica sirva o
haya servido de denuncia a un hecho despreciable?
Espero sus
comentarios.
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